"Es gracioso que yo, una simple célula, me tomara la vida tan en serio"( Kurt Vonnegut)

viernes, 1 de noviembre de 2013

Relato melancólico de estar solo


Esto de vivir solo es irremediablemente melancólico...

Llego a casa en busca de que el vaso que dejé en la mesa haya desaparecido, que el sucio de la computadora ya no esté...que mi cama se vea desarreglada. 
Quizá buscando utilizar eso como pretexto de un enojo, para reclamarle a alguien, decirle cosas hirientes y después pedirle perdón; Pero nada de eso sucede, el vaso sigue en la mesa, la computadora sigue igual de sucia y la cama sigue con el mismo orden...

A veces me pasa que insinuó olvidar las cosas y no recordarlas, tal vez para caminar un poco dentro de mi jaula o con ánimos de darle algo nuevo al momento de estar solo: 

---¿Donde deje el libro?---

----Seguro en donde se guardan lo libros--- me digo a mi mismo
Sabiendo con seguridad que el libro no puede estar en otro lado más que debajo de la cama.

¡Las cosas cotidianas ya no lo son! Comer no es a las 12 como cuando vivís en familia, ni desayunar a las 9 am, se te olvidan las horas. A veces pruebo mi primer comida a eso de las 4pm y muchas veces me doy cuanta que no he tomado agua desde que abrí los ojos, nadie me lo recordó.

La pena ya no existe ¿Quién tiene pena con el mismo? Te das cuenta de eso cuando bañarte puede ser con la puerta abierta y que andar sin ropa no es incomodo, si no hay nadie.

Al contrario de lo que todos piensan uno habla mas cuando esta solo. Hablo horas enteras con mi gato, le hablo al mueble, a los libros, a los peces que parecen estar siempre atentos a mis platicas o solo buscan un poco de comida, eso nunca lo sabre.
Mis penas y mis metas se vuelven tema de conversación con el ventilador, la mesa de noche me ataca con su silencio y en eso me doy cuenta que para platicar no es necesario gastar saliva... ni nadie que te conteste.

Me ha pasado un par de veces que, después de mas de un día de estar solo, de no escucharme la voz por un rato, hablar no se me hace cómodo y prefiero la suavidad de la voz interior que los tonos vocales emocionales que hay que agregar hasta para pedir las cosas mas sencillas.

De un tiempo atrás también aprendí a eliminar los dogmas hogareños, hago ejercicio en la cocina, corto las verduras en el estudio, escucho Silvio Rodríguez a todo volumen a las tres de la mañana y leo debajo del palo de mangos que cubre mi casa. Siempre y cuando me es posible procuro dejar un par de zapatos en medio de la sala y las llaves encima de la estufa.

El silencio se vuelve costumbre, aprendes
a escuchar el sonido sutil de la noche, los gatos caminando  en el techo, el mango que cae, las peleas familiares de al lado, la vecinita cantando canciones de cuna y de vez en cuando la suerte de escucharme a mi mismo ... respirando.

La melancolía viene cuando recordás que estar acompañado no es tan malo, que el vaso lleva dos días viéndote, que te molestas con la almohada, que el silencio duele como grita, que en la locura quisieras que al platicar alguien te conteste.... que alguien... ¡Te conteste! Desarregle la cama, quite los zapatos de la sala, quite el vaso de la mesa, apague el ventilador y 

te recuerde que estas vivo....

Raul J. Alvarenga



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